domingo, 23 de diciembre de 2007

Regalo sorpresa

Mientras luchaba con un papel berreta y una cinta scotch, que tenga la marca que tenga siempre se te pega en los dedos, reflexioné un poco sobre esta hermosa época del año. Pero no me dediqué a todo en general, sino que me llamó la atención una parte de este enorme ritual, y me surgió una pregunta al respecto: ¿por qué envolvemos los regalos? Si al homenajeado le interesa el regalo y es lo que va a usar, ¿para qué molestarse en ocultárselo? Si lo va a terminar sabiendo después de romper el papel (o como hacen algunos futuros asesinos seriales, que delicadamente lo abren y lo guardan todo dobladito). ¿Es tan macabra está tradición que por más que le estemos regalando algo a alguien queremos que esa persona sufra hasta el último minuto por la incertidumbre de ver que es?


Aun así, pensándolo un poco me di cuenta de que no era así, sino que es todo lo contrario. En realidad hasta terminé pensando que lo más lindo de esta tradición regalera es el papel en si. Porque todos apreciamos el regalo que está adentro, es lindo que alguien gaste plata en vos y todo eso. Pero, al envolver ese objeto en un papel, la persona que regala se está haciendo un regalo a él mismo que va más allá de lo material. El verdadero objetivo del regalo es que la persona que te lo da quiere ver esa cara de sorpresa que ponés al recibir lo que querías y realmente, ese es el mejor regalo que podés recibir.


Que alguien te quiera y te aprecie tanto, que compre un papel horrible y envuelva lo que querías solamente para poder ver mejor tu cara de felicidad cuando finalmente lo descubrís es el mejor regalo que cualquiera podría tener.

Muchas felicidades en estas fiestas y ojalá que a todos nos den regalos muy bien envueltos.

jueves, 6 de diciembre de 2007

Que suerte

Un día cualquiera, una persona cualquiera se levanta de su cama y desayuna con los alimentos que él compró, se viste y va al empleo que consiguió con años de estudios y mucho esfuerzo. Se sube a su auto, al que sabe manejar por tomar clases y años de experiencia, y cuando está saliendo y mira por el espejito retrovisor como corresponde, ve que un niño se abalanza sobre el auto con su bicicleta. Gracias a sus rápidos reflejos y su mente avispada frena de golpe. El niño se pega un susto pero rápidamente sigue su camino, a lo que el hombre del auto dice internamente “que suerte”.


¿Existe realmente la suerte? ¿O todo lo que nos pasa es producto de un esfuerzo propio o una simple casualidad? Cuando vamos al casino y ganamos decimos “que suerte”, pero en realidad es algo que podía pasar. Dentro de las probabilidades del juego está la opción de ganar, tanto como está la de perder. Entonces no es extraordinario que ganemos en el casino, es una de las chances a las que nos exponemos por jugar. Lo raro sería que ganáramos sin jugar a nada, eso si sería tener suerte.


Pero aun así hay gente que elige creer en este concepto de la suerte y no da un paso sin consultar a su astróloga o a su tarotista. Que no puede empezar su día sin leer el horóscopo, aunque resulte muy gracioso como el horóscopo siempre le habla a un hombre de negocios y a una mujer casada hace 50 años al mismo tiempo. Porque sinceramente muchas de las cabalas que usamos todos los días no tienen un gran fundamento científico. Por ejemplo, si realmente pasar por debajo de una escalera fuese de mala suerte, se imaginan la cantidad de gente que fabrica escaleras que moriría, sería un empleo más riesgoso que ser piloto de pruebas o empleado público en Argentina.


Pero, más allá de todos los argumentos negativos que se pueden encontrar de la suerte y de todo lo que nos podemos reír de la gente que consulta sobre que hacer con su futuro a una persona que tiene un turbante en la cabeza y trabaja en un puestito en la plaza, la idea de esta conclusión no es defenestrar a la suerte sino todo lo contrario. A mi me parece que es una de las cosas más maravillosas que tenemos en la vida.


Claro que no me refiero explícitamente a la gran cantidad de personas que se llena los bolsillos explotando las creencias de la gente y al miedo que le tienen a lo desconocido de su futuro (aclaración: me refiero a los tarotistas, no a la iglesia católica) sino a la incertidumbre que le da la suerte a la vida. Uno sabe en algún punto que no importa cuan desastrosa o indeseable sea la vida, cuantos males lo agobien, cuantas penurias tenga que sufrir día a día para ganarse el pan. Siempre sabés que por ahí, en algún momento la suerte te puede sorprender y te puede sacar de todo eso. Ya sea presentándote a una chica, ofreciéndote un trabajo, o matando accidentalmente a tu suegra. La suerte puede darle un giro a tu vida que nunca te habrías imaginado.


Quizás no llegue nunca, pero por lo menos la ínfima posibilidad de que eso pueda llegar a suceder es lo que muchas veces nos hace seguir en situaciones totalmente desesperantes. ¿Qué se yo?, me parece que cualquier cosa que nos ayude a ver una luz al final del túnel no puede ser tan mala. Más allá de que muchas veces parezca estúpido, inútil o totalmente incoherente. ¿Qué no es así en la vida, no?