domingo, 18 de diciembre de 2011

La discriminación no discrimina


En estos tiempos de cambios, donde lo viejo se choca con lo nuevo y lo que parecía que siempre iba a ser no es más, es bueno saber que hay alguien que sin importar color de piel, sexo, religión o forma de pensar trata a todos por igual y se esmera por incorporarlos a sus filas, ese alguien es nuestra vieja conocida, la discriminación.

Desde que el hombre es hombre la discriminación camina entre nosotros, algunos pueden tomarlo como parte de la naturaleza humana, otros pueden pensar que es una forma de supervivencia, la verdad es que desde siempre intentamos encontrar diferencias entre nosotros. Las excusas son muchas, desde el tipo de sexo pasando por la familia y la habilidad hasta hoy en día el equipo de fútbol o la red social en la que estemos, el ser humano siempre encontró formas de crear grupos para pertenecer y separarse así de los que no den bien el ingreso. Como una forma de diferenciarse para definirse a sí mismos, ser parte de algo. Claro que para que esta fantasía se cumpla es vital que gran parte de los que queden afuera quieran entrar, sino uno se estaría autoexcluyendo, como bien decía Marx (el humorista, no el inventor del socialismo) “Nunca sería socio de un club que me aceptara como miembro”, pertenecer a algo no significa nada si todos pueden pertenecer a ello, la ilusión sólo se crea si hay un cierto sacrificio en la admisión, no sirve de nada si es algo que se da por sentado.

Es por eso que es vital, para que esto funcione, hacer sufrir al que excluimos, hacerlo creer que su vida no tiene sentido, que está vacía de contenido. Aquí es donde acudimos a nuestra vieja amiga del principio del artículo. “Discriminar” termina siendo sólo una herramienta para diferenciar quien está afuera y quien está adentro ya que de otra manera podrían confundirse los tanto, como decíamos antes, al separar y discriminar a los que no pertenecen a un grupo, uno también se discrimina a sí mismo del resto, termina siendo víctima de su propio juego. Es imperioso entonces resaltar quien tiene la razón y quien no lo más rápido posible. A través de insultos y descalificaciones generalmente logramos que los de afuera se sientan mal y sufran, entre más mejor, además eso les da a los de adentro una buena razón para quedarse donde están, “A ver si nos pasa lo mismo que a ellos”.

Pero acá está el punto de este artículo, decíamos que la discriminación no le importa mucho el por qué de sí misma sino el hecho de discriminar en sí. Entonces, ¿qué pasa cuando los que en un principio eran discriminados ya no lo son más? La historia tiene una forma de repetirse cuando no aprendemos de ella, hay varios ejemplos muy representativos de esto: Los judíos después del holocausto, la gente de color en Sudáfrica y (para poner un ejemplo más local) podríamos poner el caso del matrimonio igualitario aquí. En la mayoría de los casos pasa igual, las razones pueden ser muchas, pero siempre se termina discriminando a los que discriminaban casi de la misma manera que en el comienzo, es como si de un día para otro todos los socios de Banfield hincharan por Lanús sin solución de continuidad, es el péndulo que va de lado a lado pero es siempre el mismo péndulo. ¿Por qué hacemos esto? ¿No podemos aprender nada de lo que pasó? ¿Es necesario criticar a los que están en la otra vereda ahora que lo políticamente correcto se cruzó para acá? Para algunos puede sonar como que odio a los negros, los judíos y los gays y que encima pretendo que se me respete por eso pero ese no es el caso, yo estoy en la misma vereda que ustedes pero el caso no es la vereda en la que estemos parados y mirar con mala cara a los de enfrente, sino realmente crecer y cambiar la actitud.

Sé que no es fácil hacerlo y darle a otro la posibilidad de pensar distinto cuando él originalmente no lo hizo, pero la historia no cambia haciendo cosas sencillas. Jimi Hendrix no era un gran guitarrista porque se quedó en los ejercicios de digitación o Paul McCartney no es un gran compositor porque compuso solamente Obladi Oblada, esta gente, como todos los que lograron algo, fueron más allá de lo sencillo para adentrarse en el mundo de lo complicado, para superarse y lograr algo que quizás no imaginaban que podían lograr. Quizás eso nos pase a nosotros, no lo vamos a saber hasta que no lo intentemos, por ahí realmente cambiamos el paradigma pendular por uno donde podamos escuchar y respetar el pensamiento y la opinión de todos, especialmente la que difiere con la nuestra. Quien te dice, por ahí aprendemos de “la discriminación” lo único valorable que tiene, que siempre trata de incluirnos a todos.

miércoles, 2 de febrero de 2011

La maquina de hacer demonios

No hace mucho escuche a Juan Pablo Feiman decir “Si los judíos no existiesen, los antisemitas los hubieran inventado”, esta frase ya la había escuchado anteriormente, quizás por él también pero el valor de estas palabras quizás no está en la frase en sí sino en cómo se puede aplicar a todos los grupos radicales.

¿Qué puede ser más útil para crear miedo u odio en un grupo de gente que crear un demonio con características opuestas a todo lo que nosotros queremos defender?, ¿qué puede ser más conveniente que eso? Obviamente que no creo que los judíos sean el demonio, sino que me refiero a la construcción de un demonio para apoyar una idea o quizás para compensar la falta de lógica de la misma.

Esta es la táctica que utilizan, premeditada o involuntariamente, los dos grupos políticamente radicalizados de la sociedad, a favor o en contra, que poco a poco van diluyendo su discurso a medida que la gente despierta de esa crispación y ese odio entrecruzado en el que han sido inmersos.

Dejemos de crear demonios que no existen, escuchémonos y vamos a descubrir que al final los dos queremos lo mismo। Con la ayuda del tiempo, el odio lentamente se disipa y queda lo que estaba debajo, el desconcierto y la búsqueda de la normalidad y la paz.

Aquí es cuando se hace evidente la falta de una propuesta que realmente nos de la confianza de cumplir con lo que se quiere y quizás por eso también surja alguna que otra idea de seguir con lo que está, idea también conocida como “mejor malo conocido…”. Pero, quizás por mi naturaleza optimista, creo que va a aparecer una opción superadora que de inicio a otra etapa que no destruya todo lo anterior pero que nos deje avanzar un poco más cerca de lo que todos queremos que es tener un país mejor. Quizás no sea tanto una cuestión de quién sino qué es lo que se pretende hacer.