EL VIAJE
El cielo estaba limpio y estrellado, la ciudad ya dormía, el hombre se acomodó en el asiento de ese auto, dispuesto a iniciar el viaje.
Mientras acariciaba el volante con la izquierda, su mano derecha se disponía a tocar el arranque. La calle iluminada y vacía, le invitaba a divagar con su mente, era tan lindo ese paisaje que se veía desde la ruta, mucho campo, en poco tiempo despuntaría el sol. Se acomodó en su asiento y sonrió, pensando en la proximidad de ese espectáculo hermoso, miro hacia el costado, su mujer dormía al igual que sus hijos, en el asiento trasero. Pensó también en los días de tranquilidad de sus vacaciones, el encuentro con familiares, con viejos amigos, y en esos momentos nostalgiosos que inevitablemente viviría, al recorrer las calles de pueblo, pisando las mismas veredas que habían pisado sus padres y sus abuelos. Ya el sol despuntaba por el este, por el pueblo donde pasaba en ese momento, se veía el carro del lechero y algún que otro parroquiano, abriendo las puertas de su negocio.
Al dejar el poblado, ya se veía claramente el paisaje de serranía al cual se estaba acercando. Su familia continuaba dormida, decidió entonces poner la radio justo en el momento del encendido, sonó pip el horario, miró su reloj. Eran las siete de la mañana de aquel quince de enero, se acomodó raudamente, abrió la puerta del auto, salió, y corrió a cambiarse ya terminando su turno de sereno en la agencia de autos. Además, a las dos de la tarde, partía con su familia de vacaciones hacia Córdoba,…en ómnibus.
ROBERTO ANGEL CONDANO
29/5/86