domingo, 28 de septiembre de 2008

Historia de un viaje

Todo empezó cuando quise visitar a un amigo que está viviendo en España. Hace poco consiguió alquilar un departamento con su hermano y ahí fue cuando dije: “esta es la mía”. Ya me había invitado varias veces a ir a visitarlo, pero ahora que el alojamiento estaba asegurado así que decidí aprovechar la oportunidad.


El pasaje no fue problema, hace años que venía sumando puntos con la tarjeta de crédito y ya tenía la cantidad necesaria para llegar a Europa. Claro que, siendo un viaje tan largo, no me iba a conformar con ver Madrid solamente, que es donde vive mi amigo, así que logré que accediera a acompañarme a conocer un poco del viejo continente cuando estuviera allí.


El primer destino fuera de España ya estaba claro. Mi amigo había visto una oferta en internet de un viaje en avión a Ámsterdam por menos de 30 euros. Por lo que el primer destino ya estaba establecido ¿Qué vendría después? Eso lo resolveríamos sobre la marcha. Entiéndannos, éramos jóvenes, ilusos y habíamos visto demasiadas películas sobre excitantes viajes no planeados por el viejo mundo como para perder esta oportunidad.


Ya paseando por las exóticas callejuelas de Ámsterdam, siempre bordeando algún canal y con ese olor tan particular por todos lados, nos pusimos a pensar cual sería nuestro siguiente destino. Poco tiempo nos costo encontrar un par de capitales más para anexar a nuestro viaje. Surgió el nombre de Berlín, por ser una ciudad con tanta historia y aún así tan desconocida. Y para terminar está pequeña travesía no nos costó nada acordar a donde ir. Después de todo, la ciudad más linda del mundo sólo es una y no podía faltar en nuestro recorrido. Así que los últimos tres días del viaje decidimos pasarlos en París.


Todo parecía perfecto, la Internet era la agencia de viajes perfecta para esta aventura. No teníamos más que reservar lo que queríamos y seguir castigando a la pobre tarjeta de crédito. Despedimos Ámsterdam como se debía hacer, tomando un cafecito en uno de sus típicos coffee shop (en realidad lo más típico ahí es otra cosa del menú, pero decidimos tomar café) y recorriendo sus canales en una de sus tantas lanchas.


Después de un corto y apretado vuelo de una hora llegamos a Alemania por el aeropuerto de Tegel. Ya era de noche y estábamos en una ciudad totalmente desconocida, realmente no era un panorama muy alentador para nadie. Pero nosotros todavía teníamos el espíritu del viaje latente y no decidimos darle mucha importancia a eso. Nos dirigimos al puesto de información del aeropuerto y como mi amigo no hablaba muy bien ingles yo era el relaciones públicas del grupo. El problema era que el agente de información tampoco hablaba muy bien ingles y costo un poco darse a entender, pero por suerte teníamos la dirección del hostel impresa por lo que pudimos mostrársela claramente.


Este fue el momento en que empezamos a perder un poco el buen humor, ya que al ver la dirección extrañado y después de ingresarla a la computadora empezó a reirse descontroladamente. La verdad que ese gesto no nos dio mucha confianza. Cuando el señor pudo recomponerse nos explico, en un ingles muy rudimentario, que teníamos que tomar un colectivo e ir hasta una estación de tren donde debíamos tomarlo hasta la estación más cercana al hostel y de ahí caminar unos 600 metros.

Hasta ahí todo bien, teníamos el mapa con las anotaciones de nuestro nuevo amigo y sabíamos exactamente que debíamos hacer. ¿Qué podía salir mal? Como dicen en las películas justo antes de que todo empiece a salir mal.


Ya subidos al colectivo con nuestro equipaje observábamos el paisaje que veíamos por la ventana, que realmente era bastante oscuro. Encima, la mayor parte del trayecto era una autopista por lo que no había mucho para ver. Mi amigo notó que entre las agarraderas había una pantalla con un teletexto que iba indicando las paradas. A mi me parecía perfecto, ya que nos iba a ser mucho más sencillo darnos cuenta a donde teníamos que bajar. Al poco tiempo empezamos a ver una zona más civilizada, eso nos tranquilizó un poco. Yo me estaba entreteniendo un poco cuando me avisa que teníamos que bajarnos. Como pude, agarre la valija y la mochila y bajamos del micro.


Cuando vi que mi amigo no paraba de girar la cabeza buscando donde estaba la dichosa estación me empecé a preocupar un poco. Evidentemente nada ni remotamente parecido a una estación de tren estaba a la vista, por lo que decidimos empezar a caminar por la avenida más iluminada que vimos y ver si podíamos preguntarle a alguien a donde estábamos. Ya era de noche, aunque el reloj marcaba las 7 de la tarde ya estaba oscuro y no había nadie en la calle. De pronto vemos a una familia que venía caminando en nuestra dirección e intentamos pararlos de la forma más amable que podíamos para que no piensen que los íbamos a asaltar, que era la conclusión más sencilla que se podía sacar por nuestro aspecto. Intenté preguntarle donde quedaba la estación en Ingles, ninguno de ellos parecía hablarlo pero por la situación pude entender que el menor estaba estudiando el idioma en la escuela y la madre lo empujaba para que me respondiera. Evidentemente el nene no era muy buen estudiante porque no me entendía nada y la madre se lo reprochaba. Gracias a dios el padre tuvo el buen tino de salvarnos a todos de esa situación tensa y parar a alguien más para preguntarle si hablaba ingles. Efectivamente la nueva integrante de esta pequeña comedia al paso sabía y me indicó donde era la estación, que, obviamente estaba a unas cuantas cuadras.


Ya más cansados todavía llegamos a la estación que nos habían indicado en el mapa. Todo estaba cerrado y lo único que parecía moverse eran los trenes sobre nuestras cabezas. Luchamos un par de minutos con las maquinas que nosotros suponíamos que servían para sacar boletos. Ante nuestra falta de suerte y nuestro agotamiento decidimos subir y que sea lo que dios quiera. Cuando llegamos a la plataforma donde estaba el tren y ahí si ya había más luz y gente por lo que nos relajamos un poquito más. No teníamos boleto pero el tren parecía ser el correcto e incluso sabíamos que el próximo iba a llegar en pocos minutos según indicaba la pantalla. El tren llego a la hora indicada y ahí tomamos conciencia de que estábamos en Alemania, todo parecía marchar bien, hasta pensamos que nuestra racha de mala suerte se había terminado y que podíamos continuar con nuestras vacaciones en paz, que equivocados estábamos.


A medida que seguíamos pasando las estaciones de tren nos dábamos cuenta que el paisaje era cada vez más arbolado. Parada a parada se iba reduciendo la urbanización a manos de la naturaleza y esto nos empezaba a preocupar un poco. Llegamos a nuestro destino y nos bajamos. La estación parecía estar en el medio de la nada, a nuestro alrededor sólo había bosque. El único indicio de la mano del hombre era un camino que salía de la estación y se adentraba en un bosque que era la envidia de cualquier película de terror.


Realmente no sabíamos que hacer, porque nos habían dicho que una vez en la estación teníamos que caminar 650 metros, ¿pero hacia donde? No había un alma en la estación y las pocas personas que habían bajado del tren con nosotros parecían haber desaparecido en las sombras. La única que se nos ocurrió fue golpearle la puerta a lo que parecía ser la casilla del guarda a ver si había alguien. Al rato de golpear sale el guarda que parecía salido de una vieja postal alemana. Con unos bigotes que sólo se pueden usar allá, camisa blanca y pantalones con tiradores el guarda parecía no estar muy contento con que hayamos interrumpido su cena. Intento pedirle disculpas en ingles que por supuesto no entiende y le indico en una hoja de papel la dirección que estábamos buscando. Toma el papel y entra cerrándonos la puerta en la cara. Ya sin la dirección a la que teníamos que ir y considerando que nunca en la vida íbamos a poder recordar ese nombre pensábamos que estábamos destinados a dormir a la intemperie, pero cuando las pocas esperanzas que teníamos se apagaban como en un corte total de luz la misma puerta que se había cerrado segundos atrás se abría dejando ver un gran mapa del lugar que estaba al final de la habitación y a nuestro amigo de los bigotes. En una extraña mezcla entre el lenguaje de manos y las onomatopeyas el alemán nos dijo que sigamos el camino que se adentraba en el bosque para encontrar la dirección. Ya entregados a nuestro destino decidimos hacerle caso y seguir su indicación.


Empezamos a adentrarnos en el bosque y cada paso que dábamos nos hacia acordar al más trillado de los argumentos de una película de terror. Dos jóvenes perdidos se meten en un tenebroso bosque a la noche… ese es el momento en que todos gritamos a la pantalla diciendo “salgan de ahí”. Claro, es obvio que nada bueno puede pasar. Adentrarse voluntariamente de noche en un tenebroso bosque es algo que nadie cree de la trama. ¿Mirá si alguien va a ser tan entúpido de meterse solito a la boca del lobo? Y bueno, no se si servirá de algo, pero en ese simple acto de estupidez logramos redimir a todos los guionistas de terror.


Entre más nos internabamos en el bosque, más espaciadas eran las luches del camino. Ya habíamos dejado atrás el camino peatonal y nos habíamos metido en un camino de autos. La noche estaba temiblemente silenciosa, lo único que se escuchaba era las ruedas de mi valija que parecían quejarse por no estar hechas para ese tipo de terreno. Mi amigo, que ya no hablaba por el miedo, me señala el cartel que estaba justo debajo de la siguiente luz. El ícono nos avisaba que había animales sueltos, claro que lo decía con un venado, pero nosotros sabíamos que seguramente no se límitaba solamente a bichos tan inocentes.


A lo lejos vimos una luz que no era del camino. Al adentrarnos un poco más nos dimos cuenta que era una construcción, lo que nos alivio un poco. Apuramos la marcha para llegar al lugar que tanto buscamos, pero entre más nos acercábamos más nos dábamos cuenta que estábamos equivocados. Lo que a lo lejos parecía ser nuestra salvación de cerca no era más que un viejo deposito que parecía haber sido construido antes de la segunda guerra mundial. La verdad que era una típica construcción alemana muy linda, pero el pánico que cada vez nos inundaba más no nos dejaba apreciar nada. Ya todo instinto turístico estaba sumergido bajo un manto de desesperación silenciosa.

En el momento en que estábamos intentando decidir si volver atrás o adentrarnos más en el bosque escuchamos algo que nos hizo olvidar respirar por unos segundos. De entre los árboles salía el sonido inconfundible de la respiración de un porcino. No tardamos nada en imaginar que era un jabalí salvaje el que había decidido compartir nuestro paseo nocturno. Sin cruzar una palabra con mi amigo ya estábamos de acuerdo en algo, nunca habíamos sentido tanto miedo en la vida. Realmente no sabíamos que hacer, nos quedamos ahí parados en el medio del bosque inmóviles escuchando esa respiración furiosa que se nos colaba en las entrañas. De pronto, gracias a dios, otro sonido tapó el de aquel animal. El motor de un taxi que andaba por el camino en la dirección contraría a la que nosotros veníamos inundaba el temible sonido salvaje. Obviamente no nos alcanzaron las manos para parar al pobre hombre que tuvo la delicadeza de detenerse ante dos extraños que paseaban en el medio de la nada. Por supuesto no entendía ingles pero le mostramos el papelito con la dirección que introdujo en el sistema de gps para ver donde quedaba.


Nos mostró en el gráfico que la dirección era a sólo unas cuadras y nos pregunto en un ingles básico si queríamos subir al taxi. No recuerdo si le respondimos, pero subimos al taxi lo más rápido que pudimos. El corto viaje nos sirvió para volver a respirar normalmente y relajarnos un poco. Al llegar le pagamos al chofer y ni nos molestamos por agarrar el cambio, ya no nos importaba nada, estábamos felices de haber llegado finalmente.


Al entrar el administrador nos saludo con nombre y apellido. Parece que nos estaban esperando. Después nos dimos cuenta que era muy tarde y todos las demás reservas ya debían haber llegado. Nos registramos y sin pensar siquiera en comer o en guardar la ropa nos fuimos a dormir, estábamos agotados.


Al otro día parecía que era otra película. Bajamos a desayunar y lo que de noche era un tenebroso bosque, de día era un hermoso paisaje invernal que hasta tenía un lago con bellísimas casitas típicamente alemanas que lo rodeaban. Es impresionante lo que la luz puede hacer con los lugares, creo que nunca más voy a menospreciar el poder del sol.


Ya desayunados empezamos a descubrir Alemania, la que realmente nos interesaba, la que se podía a la luz del día. En las siguientes jornadas descubrimos un país fantástico, que parece duro e inaccesible al principio, pero que con el tiempo uno termina queriendo.


Como broche de oro en nuestro corto pero excitante viaje y después de despedir a Alemania como era debido (equivocándonos de aeropuerto y atravesando la ciudad en taxi en menos de 40 minutos para poder tomar nuestro vuelo) llegamos a lo que para muchos es, y para mí también, la ciudad más bella del mundo. Paris es lo que uno primero imagina cuando piensa en Europa, y una vez allí uno se da cuenta porque. Esta ciudad es la puerta de entrada a la belleza del viejo continente y de la cultura humana. No se si son sus monumentos, su disposición simétrica de las cosas o la poesía que flota por el aire, pero uno se siente distinto cuando está ahí.

Nos aconsejaron caminar por el Sena e ir viendo como va fluyendo la ciudad y eso hicimos. Fue extraño, porque sentimos que la ciudad se nos iba presentando a través de sus plazas y construcciónes antiguas, incluso nos adentramos un poco más y nos metimos por sus callecitas, pero esta vez no teníamos miedo de perdernos porque había alguien que nos guiaba desde lo alto y que era, lo pensemos o no, nuestro destino final obligado. Después de meternos en las venas de la ciudad tuvimos un broche de oro que era tan obvio como espectacular.

La torre Eifel emergía por sobre la ciudad mirando nuestro paseo muy paciente, como sabiendo que íbamos a llegar a ella finalmente. Y así fue, su imponente estructura que ya habíamos visto millones de veces en fotos y videos nos impresiono como si fuera la primera vez que la veíamos. No nos cansábamos de mirarla, pero aún así ella sentía que tenía que seguir impresionándonos, así que cuando las luces del día se apagaron se encendieron las suyas y en cada hora millones de destellos se apoderaban de la noche por diez minutos. Como si quisiera que no nos olvidáramos que estaba ahí. Que ilusa, como si eso realmente fuera posible.


Realmente nos pasó de todo en este viaje, desde cosas buenas hasta muy malas. Pero más allá de una infinidad de recuerdos, lo que más me gusto de este viaje fue que aprendí que no importa cuan cerca o lejos te vayas, lo que siempre buscás es volver a encontrarte con vos mismo.

jueves, 25 de septiembre de 2008

No te metas con Zohan

Casi dos mil años de conflicto religioso sirvieron para que Adam Sandler pueda hacer está gran sátira de casi dos horas que vuelve a las raíces del humor irreverente.

Con todos los chistes políticamente incorrectos que pueden existir entre el conflicto entre los palestinos y los judíos, la peli de esta semana nos muestra de una manera más que amena y divertida algo que es terriblemente serio.

Nuestro amigo Zohan es un exageradamente eficiente agente del servicio secreto israelí que está harto de ser el héroe de esta interminable guerra y quiere retirarse para cumplir su sueño secreto. Ser estilista.

Como sus padres y todos sus amigos se ríen de este particular sueño, este hombre ejército decide fingir su propia muerte para escapar a Nueva York y cumplir el deseo de toda su vida. Claro que la moda esta un poco atrasada en Israel y su idea de un corte fashion es más cercana a los primeros looks de Madonna.

Verdaderamente una muy buena opción para divertirse con cosas muy delicadas y para conocer a un personaje adorable de esos que pasan a la historia del celuloide.

Una linda peli para ver con amigos, una de esas novias copadas que tanto cuesta encontrar o si sos Israelí y querés limar asperezas con algún amigo palestino, esta es tu oportunidad.

martes, 16 de septiembre de 2008

Subidas y bajadas

Una de esas enseñanzas populares que aparecen cada tanto en nuestras vidas, y que generalmente son recogidas generalmente por alguna vieja de barrio descreída, dice que la noche más oscura es la que está antes del amanecer, y como casi todas las cosas que dicen estas señoras, que viven de muy mal humor, es totalmente cierto.

Bienvenidos amigos, a esto que hemos dado en llamar “Las Conclusiones de Gus” donde trataremos un tema que tiene que ver mucho con esto, no con la oscuridad o la luz o a cuanto van a subir los servicios eléctricos el año que viene, o tal vez si, pero en concreto de lo que vamos a hablar en este capítulo es sobre los altibajos de la vida.

Quizás el tema parezca bastante sencillo para la complejidad habitual que trata esta página (escucho sus risas detrás de la pantalla), pero voy a darle una pequeña vuelta de tuerca a esto.

Empecemos por el principio, aunque sea para variar un poco. Como todos sabemos, o al menos intuimos, la vida tiene subidas y bajadas que se suceden constantemente. Uno muchas veces esta arriba, pensando que tiene todo lo que necesita y que nada malo le puede pasar y después puede caer en la más profunda de las desgracias perdiendo su casa, su familia, su esposa y los pocos amigos que tenía, sólo para después resurgir de sus cenizas y volver a recuperar todo e incluso tener más que antes ganando además una calidad espiritual que antes no poseía.

La vida y las telenovelas son así, claro que uno mucho más exagerado que el otro –estamos hablando de la vida por supuesto-, pero esta conclusión no tiene como objetivo dar cuenta de esta obviedad sino, de otra obviedad que está un poco más escondida, lo que quiero demostrar con todo esto es que no es casualidad que la vida tenga esta sucesión de subidas y bajadas, sino que se necesitan mutuamente para existir.

Una buena analogía para explicar esto sería una montaña rusa. ¿Qué pasaría si la montaña rusa no tuviera grandes subidas y después grandes bajadas? ¿Cómo sería este juego si todo fuera una constante subida o una permanente bajada? Sería bastante aburrido, ¿no pasa lo mismo con la vida?

A lo que me refiero es que para llegar a la cima y tener éxito de la forma en que cada uno crea que sea el éxito, es necesario llegar tomando impulso desde abajo. Todas las personas que se superaron en la vida tienen algún punto de su existencia en el que se encontraron en la oscuridad más profunda. Para seguir con las analogías cuando uno está sumergido muy hondo en una pileta, la única forma de emerger es impulsándose con el fondo. En este caso es igual, el fondo es la única forma que tenemos de resurgir cuando estamos muy abajo.

La verdad que posiblemente esta conclusión sea una de las más obvias que he escrito, pero creo que puede llegar a servir para decirles, y un poco también decirme a mí mismo, que esos momentos de nuestra vida oscuros y desesperantes realmente sirven para algo, es más, son estrictamente necesarios para los momentos de felicidad. Es como una forma de justificar la tristeza diciendo que es necesaria para poder sentir la alegría después.

De todas maneras, más allá de todo esto que dije antes, me parece que la mejor manera de afrontar este sube y baja que es la vida es, de alguna forma, no sentir tan profundo las caídas ni tan elevadas las subidas. Claro que esta en nuestro oficio como arquitectos de nuestras propias vidas el no borrarle tanto las curvas a esta montaña rusa para que no terminemos viviendo sin sentir nada. Porque si no perdemos, nunca vamos a enterarnos cuando estamos ganando.

jueves, 4 de septiembre de 2008

Clone wars

Esta vez sin palabras que vuelan hacia el hiper espacio pero con la misma energía que las anteriores entregas de la saga, la peli de la semana nos vuelve a llevar, aunque sea por un poquito más de una hora y media, a una galaxia muy muy lejana, hace mucho mucho tiempo.

Star Wars vuelve a la vida sorprendiéndonos a todos con esta particular entrega que nadie tenía prevista. Esta película de animación amplia un poco más la historia que transcurre entre “Episodio 2: El ataque de los clones” y “Episodio 3: La venganza de los sith” y a su vez entre las dos temporadas de la serie de animación “Clone Wars”. Así que este film es una especie de jamoncito del medio de la historia que cautivó a varias generaciones.

Como me imagino que todos los interesados en esta película saben, la guerra entre la república y el ejército separatista se hace cada vez más complicada. Cualquier pequeña ventaja es vital para conseguir la victoria y la república tiene un as en la manga para lograr esto, que es su alianza con Jaba the hut; vital para mantener el transporte de tropas por los límites exteriores del universo.

Pero todo se complica cuando el hijo del viscoso Jaba es secuestrado y los jedis deben rescatarlo para mantener en pie su vital acuerdo. Esta misión se la dan al Jedi que se perfila como el más poderos, que no es otro que el elegido Anakin Skywalker, esta vez acompañado por una inesperada padowan que se le asigna para esta misión.

Con todos los condimentos que sazonaron a las anteriores entregas de la saga: Increíbles batallas, peleas con espadas laser y extrañísimas criaturas; esta película no tiene nada que envidiarle a sus primas hermanas, salvo quizás las personas de carne y hueso.

Especialmente diseñada para esos fanáticos de la serie que no se quieren perder ni un segundo de esta apasionante historia y un poco excluyente para aquellos que no se cruzaron nunca con esta antología, la peli de la semana es como ese delicioso bomboncito que te comes después de una muy buena cena y que no te acordabas que tenías.

Muerte en la granja

Ya nadie va a contar ovejas para irse a dormir tranquilamente después de ver esta película que convierte a estas apacibles bolas de algodón en temibles monstruos asesinos.

Desde los lejanos páramos de Nueva Zelanda llega esta película que mezcla el terror con la comedia usando como protagonistas a unos de los animales menos terrorífico o gracioso de la historia. Las ovejas atacan a los desprevenidos campesinos que nunca se la vieron venir.

Un ex campesino que le tiene terror a las ovejas vuelve a la vieja granja de su familia para cobrar una herencia cuando de repente algo extraño empieza a suceder ya que Los experimentos genéticos que se realizan allí para mejorar la agricultura también logran alterar a los integrantes más apacibles y dominables de la granja, las queridas ovejitas.

Estos mamíferos asesinos empiezan a devorarse a todos los humanos que se cruzan en su camino y estos a su vez se transforman también en una especie de ovejas mutantes lo que hace un infierno de la vieja granja familiar. De ahí en más la acción zigzaguea entre las típicas situaciones de las películas de terror y un humor que en el mejor de los casos es bastante raro.

Una original propuesta, exclusiva para entendidos, que quizás es más recomendable para un sábado a la noche con amigos en casa que para ir a verla a la pantalla grande.