Primero fue Michael Jackson, después Lanata, más tarde el humor político a la televisión y ahora el que vuelve es nuestro viejo y querido amigo Robert Langdom que nuevamente tiene un enigma que descifrar que involucra los símbolos, la iglesia católica y esta vez también la tecnología, en un thriller con todos los condimentos que impactaron de “El código Da Vinci”.
Un misterioso asesinato, el robo de una peligrosa sustancia y un símbolo de un antiguo culto enemigo de la iglesia hacen que Roberta Landom sea nuevamente convocado para resolver un caso que mezcla lo policial con la religión y en esta oportunidad también se le suma su joven amiga con la que tuvieron algún que otro altercado: la ciencia.
Un sofisticado laboratorio europeo produce por primera vez una cantidad de antimateria suficiente para iluminar una ciudad por varios meses y también para destruirla en milésimas de segundo, todo con el objetivo de estudiar el inicio del universo. Este es el escenario del asesinato de un sacerdote y del robo de esta inestable sustancia.
En Harvard, Robert Landon es contactado por la policía del vaticano porque la única pista que dejo el asesino es un viejo símbolo que dice “Iluminati”, una vieja secta que parece ser más fanática de la ciencia que de la fé. De ahí en más el experto en simbología interpretado por Tom Hanks comienza una carrera contra el tiempo para descifrar el misterio y encontrar el misterioso artefacto antes que destruya la ciudad del Vaticano a las 12 de la noche de ese mismo día.
Siendo mucho más coherente y concisa que la primera entrega, esta peli realmente es un correcto thriller que te va a tener a la orilla de tu asiento por el tiempo que dura. Claro que si lo que buscás es encontrar la respuesta a la eterna discusión entre la ciencia y la fé quizás lo hagas, pero de una manera muy lavada y poco reflexiva. Si aceptas el consejo de este humilde crítico, yo optaría más por el camino de la fantasía. ¡Viva la ficción, carajo!
No hay comentarios:
Publicar un comentario