viernes, 1 de junio de 2007

Cómodos sirvientes

¿Se acuerdan cuando todos creíamos que éramos los mejores del mundo? ¿O cuando pensábamos que estábamos en e primer mundo? ¿O cuando afirmábamos que si alguien nos había metido en un lió no había nadie más ideal que el para sacarnos del mismo? ¿Y cuando creíamos que la tierra era plana? Bueno, probablemente de eso no se acuerde nadie porque fue hace mucho tiempo. Pero a pesar de eso a lo largo de la historia seguimos creyendo ciegamente en cosas que una y otra vez nos demostraron que no eran tan absolutamente ciertas como pensábamos. Y a todas esas cosas que todos creemos en un momento y que después descubrimos que no eran tan así las llamamos “saber popular”, que casualmente es nuestro tema de hoy.

Pero, ¿no es lindo que todos los seres humanos, o al menos los más cercanos, nos unamos y pensemos más o menos lo mismo en determinado momento? Y, la verdad, aunque me gustaría poder responder otra cosa, no. Cada vez que todos nos aferramos con uñas y dientes a estos saberes colectivos, terminamos mal. Ya sea por una elección nacional, o por una decisión de estado, o por un simple y nunca bien ponderado programa de televisión. Estas pequeñas máximas siempre terminan perjudicando nuestras decisiones, porque claro, si este es tan malo, el otro por lo menos tiene que ser bueno.

Pero tampoco me parece que siempre terminemos sacando conclusiones absolutas de las cosas simplemente porque somos idiotas, aunque seria realmente simple explicarlo de esa manera. Pero muchas veces este tipo de pensamientos surgen de las altas esferas de poder dosificadas claro por nuestros queridos y nunca bien ponderados medios.

Más allá de eso, en lo que si somos idiotas, es en digerir este tipo de información sin deglutirla. Pero lo peor de eso, no es que los que lanzan estas cosas a los medios sean unas mentes tan brillantes que nosotros, con nuestra pobres y débiles mentes inferiores, no podemos develar y estamos condenados a aceptar todo lo que nos dicen por el resto de nuestras desdichadas vidas mortales, porqué esto no es cierto. Lo peor que nos pasa es que nuestras mentes están más que capacitadas para discernir entre lo que vemos y los que nos quieren hacer ver. Lo único que impide que estas dos cosas se unan es un enemigo que ha tenido la humanidad desde sus inicios, pero que en estas últimas décadas esta ganando demasiadas batallas. Este enemigo fantasma cuyos inicios datan desde el mismo inicio de la raza humana, es la simple y tampoco bien ponderada (pero esta vez con más razón) comodidad.

Es más fácil creer en lo que te dicen que buscar tus propias respuestas. Es más fácil tomar algo deglutido que deglutirlo por si mismo. Siempre fue más fácil y siempre lo será, pero eso no significa que sea la mejor opción.

Esta comodidad mental es la que después nos provoca grandes incomodidades posteriores. Crímenes, desempleo, corrupción, hambre. Todos los males que nos acechan están relacionados a la comodidad inicial de no hacer nada, o no exigirle a alguien más hacer algo al respecto. Pero según nos cuenta la historia, después de un tiempo, que puede ser corto o ser mucho vamos a tener que hacer algo porque eso que afectaba a otros y que nos encontró tan cómodos para hacer algo al respecto. Nos va a obligar a incomodarnos cuando nos toque a nosotros. Y cuando eso pase seguramente exista alguien que pueda darnos una mano, pero seguramente va a estar demasiado cómodo para hacerlo.

Acuérdense muchachos que todo se puede arreglar si nos movemos lo suficiente para hacerlo. No se olviden que el pensar que todo esta mal y que nada tiene solución es un saber popular y no pueden negar que lo más cómodo que se puede hacer cuando uno tiene que arreglar algo, es pensar que no tiene arreglo.

No hay comentarios: